viernes, 12 de junio de 2009

Tabacundo sigue publicando libros

He perdido la cuenta de cuántos libros han publicado mis paisanos y amigos tabacundeños. Lo que sí podría decir es que mi colega Oswaldo Mantilla sigue incansable en en la tarea de publicar sus pequeños libros que guardan la memoria de nuestro pueblo.
En abril pasado se realizó la presentación de su última producción. En realidad es una reedición de algunos escritos suyos y otros de Miguel Espinosa, otro gran amigo de mi tierra querida. Oswaldo tuvo la gentileza de pedirme que yo hiciera la presentación de Re-cuerdos, como se titula la obra, y estas fueron mis palabras.
Presentación
Adentrarse en las páginas de estos Re-cuerdos es sumergirse en los registros de la memoria de un pueblo que tiene mucho que contar. El paisaje y la tradición; el día a día de su gente y de sus rincones de ensueño; la anécdota hilarante y la fantasía, o sencillamente la pincelada cariñosa de hechos y personajes que permanecerán entre la leyenda y la historia, son recreados en estas páginas que el lector tiene en sus manos.
Con pluma cálida, como sencilla, Miguel Espinosa y Oswaldo Mantilla, van extrayendo, del recuerdo frágil de la oralidad y el olvido, tantas y variadas facetas y personas que le imprimen a nuestro pueblo el sello indeleble de su identidad cultural y literaria.


Estos re-cuerdos transportan al lector a ese tiempo- espacio en que, aún cuando los autores no lo hubieran concebido, le convierte a la vez en coprotagonista y testigo de variadas escenas que conservan la frescura de un hecho reciente y vivaz, digno de guardarse en el cofre inolvidable del recuerdo.
Oswaldo y Miguel logran crear una película con una trama argumental armoniosamente conjugada entre la realidad y la ficción, la inocencia y la picardía de una vida que no está más relegada al arcano insondable al que nos conduce esta relación cada vez más cercana entre el hombre y la máquina, el hombre y el mundo digital, que va restando espacio al diálogo familiar y al reencuentro de una amistad física que vive y cuenta lo que vive y siente.
Las páginas de re-cuerdos nos llevan de la mano a la exposición pictórica que fue la cómplice antesala de un romance soñado entre Juan y Anita, o por la rockola que reproducía la declaración que no fue capaz de cantarle el flaco a la Yoli; nos invita a ser parte de ese grupo alegre y chispeante que, con la velocidad que solo el impromptu puede inyectar, encuentra en la mano del “flaco” el secreto para que la “chicha huevona” se convierta en el elíxir apetecido por los jóvenes amigos.
El cucayo o cucabi que no podía faltar en nuestras andanzas y paseos por esos parajes de añoranza como los pogyos, Picalquí, el molino, o las frondas cargadas de gruesos y negros capulíes de cubintze, que también era frecuentado en los paseos escolares, se muestran como una inolvidable radionovela que atrapa al expectante oyente en un arco dramático solo comparable al enigma más indescifrable para el que Kaliman siempre tiene la más fácil de las soluciones.
La vaca loca, las chamizas de San Pedrito, la pelota encendida, amén de los tradicionales carnavalazos, se recrean en la escena presente, así como resuena una vez más la voz inolvidable del negrito Subía y sus típicas “melcochitas, suavecitas, pura mantequilla…”.
Página por página, estos re-cuerdos -desde sus dos acepciones, la de la refrendada cordura de recordar un pretérito que aparece salpicado de locura, hasta la reedición de la memoria impresa en el papel y que ya antes pusieron en nuestras manos Oswaldo y Miguel- vamos disfrutando cada historia, cada relato, cada anécdota contada y re-creada en este pequeño libro de recuerdos.
Quien relea las páginas de esta selección de relatos no podrá sustraerse del momento gustoso de reír al recordar la inocente ocurrencia de don Julio Saavedra, al negarse a recibir el aventón que solidariamente le ofrecía don Aníbal en su “vetusto” San Luis, porque “estaba de apuro y quería llegar temprano”, o al reparar en el desliz cometido por el joven orador en la exaltación de la Reina del magisterio, así como con la anécdota del músico percusionista y no bombero, como inicialmente pensaba su preocupada madre.
La música es el lenguaje universal que transmite con diafanidad los sentimientos de las personas. Esta verdad incontrastable se hace más evidente cuando –como nos cuenta Miguel- el amor aflora entre un dedicado profesor que acepta enseñar a tocar un instrumento como el acordeón a una joven y apuesta damita del pueblo.

En fin, en las páginas de esta nueva edición de relatos brotados de la recreación sencilla y armónica de vivencias mezcladas de realidad y fantasía; de reflexión y sabiduría popular, Oswaldo y Miguel nos regalan una nueva oportunidad para reencontrarnos con nuestra memoria y contarla a las presentes y futuras generaciones.
Gracias, colegas y coterráneos, por darnos en esta nueva entrega del Grupo Cultural Retorno una invitación más directa y sonora para reeditar por medio de la lectura esa película que nos obliga a reencontrarnos con el diálogo en la familia y en el barrio, cerca a las voces e imágenes de estos personajes que conjugan la ficción y el encanto de lo real.
Gracias porque estos textos nos hacen partícipes privilegiados de tantas y tantas imágenes sonoras que nos regalan la palabra y una buena descripción, con escenas de humor y picardía, tanto como aquellas de la “dimensión desconocida”, que la humana limitación del entendimiento no nos alcanza una explicación razonada, como nos cuenta Miguel.
Gracias Miguel, gracias Oswaldo.
José Nelson Mármol

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