sábado, 28 de abril de 2001

PRESENTACION DEL LIBRO “LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS”


José Nelson Mármol

Muchísimas gracias por haber aceptado nuestra invitación para compartir estos momentos que sin falsas pretensiones consideramos quedará marcado como uno de los más grandes acontecimientos de la vida cultural de nuestro pueblo, en los inicios del tercer milenio.

“Los pueblos son grandes solo cuando hay grandeza de alma en sus hijos”. Este pensamiento atribuido a ese gran intelectual y patriota tabacundeño, Don Alfredo Boada Espín, ¿es, acaso, fruto de su pensamiento visionario orientado por su vocación de servicio incomparable a su terruño, tan solo, o es, por el contrario, la síntesis perfecta de una incontrastable realidad por él vivida durante ese irrepetible período en que ha entregado sin medida ni condiciones sus mejores energías física e intelectuales a su pueblo, ora desde el magisterio, ora desde la representación popular en el cabildo local?. Me atrevo a pensar que la profundidad de una máxima como la que ahora cito solo puede ser producto de una conjugación magistral de dos valores, de entre otros que han caracterizado su vida: Intelectualidad y amor entrañable a su tierra. No tuve la suerte de conocerlo, pues cuando su deceso ha enlutado a nuestro pueblo apenas debí estar en el regazo maternal, no obstante no dejaré de admirar su condición de hombre universal, “de generoso corazón” y forjador de innumerables obras que ni el paso de los años han podido borrar.

He querido comenzar mi breve intervención en este sencillo acto citando aquella sentencia de un tabacundeño que no se ha equivocado cuando señala que la grandeza de los pueblos solo dependerá de cuán grande sea el alma de su gente. Hace pocos días, cuando releía algunos de sus trabajos, pensaba para mis adentros que Don Alfredo debe sentirse tranquilo porque su acción y pensamiento sí han orientado el devenir de nuestro pueblo que, a pesar de las temporales e incompresibles divisiones que se han sentido, ha demostrado que es grande en la lucha por alcanzar las sendas que le conduzcan al progreso. Cómo no sentir orgullo de la monolítica unidad con la que se han conseguido obras como el antiguo carretero que, a decir de Don Alfredo Boada “Tabacundo como todo pueblo del norte, el día que lo señalan a la minga allí estaba con el pico y la pala al hombro en número de miles encaminarse al campo de trabajo, a las breñas escabrosas para desafiar a la naturaleza que no le fue pródiga para la vialidad. Dos, tres, y hasta cuatro días permanece el tabacundeño alejado del hogar cumpliendo la noble misión que se ha impuesto, desentrañando la tierra, partiendo el corazón de granito para dar paso triunfal al automóvil, a la máquina que ha de traer la vida como en embajada olímpica hacia los pueblos que saben conquistar su porvenir con el sudor de su frente. En medio de un temporal inclemente, bajo los algarrobos, sienta su tienda de campaña junto al vivac, cantando la sublime canción del trabajo...”

Cómo no sentir orgullo de la lucha posterior que para lograr que la savia que da vida a los pueblos, la carretera panamericana, pase por Tabacundo, libraron incontables ciudadanos que con fe irreductible se enfrentaron al poder económico de quienes han sentido celo de nuestra pujanza, y sobre todo frente a la marginación de los poderes provincial y nacional que por muchos años han dejado a nuestro pueblo en la orfandad de la atención que ha reclamado.

Cómo no sentir orgullo de la tenacidad con la que finalmente, cuando el siglo veinte cerró las páginas de sus calendarios, se ha hecho realidad un anhelo acariciado por décadas, la ampliación definitiva de una obra que, así mismo es ejemplo de decisión y de trabajo mancomunado, el antiguo canal de riego, para que en no mucho tiempo seamos testigos de la multiplicación de la producción, de la riqueza de la tierra, y del progreso definitivo de nuestro cantón. En fin, largo sería detallar todo cuanto se podría catalogar como testimonio de esa grandeza a la que Don Alfredo se refiere en su pensamiento.

Creo, sí, que nuestro pueblo ha sabido ser grande en la adversidad, es grande por todo cuanto ha hecho y ha producido y que se han constituido en aportes invalorables para la historia nacional, y seguirá siendo grande porque las pequeñeces de quienes temporalmente quisieran poner frenos al ímpetu de progreso que todavía va quedando en nuestro pueblo jamás podrá sepultar un legado que nos orienta al logro de los mejores sueños de grandeza, en justicia y libertad.

Guiado por esos anhelos, quienes al momento impulsamos una propuesta de comunicación pluralista y comprometida con los más grandes intereses de nuestro pueblo, a través de DOBLE VÍA, no hemos escatimado esfuerzo alguno, e inclusive, aunque por demás está decirlo, no hemos dudado un solo momento cuando comprendimos que la publicación de una obra como la que ahora ponemos a su consideración demandaba una fuerte inversión económica que no la disponíamos, no dudamos digo, en buscar los préstamos necesarios para hacer posible que la riqueza de un trabajo como el realizado por el Doctor Miguel Angel Puga, incansable y prolijo investigador e historiador de nuestro pueblo, no quede guardado, acaso en su rica y abundante biblioteca o, lo que sería peor (y que ya ha ocurrido con otros importantes trabajos de cuántos intelectuales tabacundeños) se pierda.

Solo conociendo el pasado, nuestros orígenes, podemos interpretar el presente y planificar el futuro, y a ello apuntamos al poner en sus manos esta obra. Ojalá que la municipalidad, los docentes de mi tierra demuestren el interés que nosotros dimos a esta obra cuando decidimos multiplicarla con esta edición, y ojalá, sobre todo que ésta sirva a nuestros niños y jóvenes para que conociendo en detalle cuanto Dios nos ha regalado en este pequeño territorio cantonal levanten su voz orgullosa para decir, parafraseando a Don Alfredo Boada que seguiremos indetenibles con un espíritu de grandeza impulsando la grandeza de nuestro pueblo. Señoras y señores.

Tabacundo, 28 de abril del 2001

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