martes, 19 de diciembre de 2000

DIA INTERNACIONAL DE LAS DISCAPACIDADES


Por José Nelson Mármol

Todas las mañanas Erika González Mármol recibe el nuevo día con la alegría y la inocencia de sus escasos 8 años vividos atada a una silla de ruedas que le permite movilizarse de un lado a otro, debido a que por sí sola no lo puede hacer por una irreversible enfermedad congénita que le impide correr su libertad de infante por las calles y campos de su barrio y de su pueblo al igual que los niños de su edad.

No obstante el amor sin medida que recibe de sus padres, y especialmente de su Madre, Doña América Mármol, familiares, vecinos y amigos, le ha permitido a Erika vivir casi con normalidad.

En su escuelita del barrio, la “Pacífico Proaño”, Erika va demostrando a diario que su limitación física no es una barrera para acceder a la riqueza del saber. Sus compañeros de aula le guardan un especial cariño y se preocupan diligentemente de tenderle la mano cuando ella lo necesita. No obstante la autora de sus días, Conchita Mármol no puede ocultar su indignación frente a actitudes incomprensibles de quienes menos se esperaba. Sus ojos se humedecieron al recordar que en este año le negaron la matrícula para Erika en el Colegio Santa Clara de Asís, porque supuestamente “el resto de niños podrían impresionarse al verle a la niña en una silla de ruedas”. Llorando por la marginación de que era víctima la hija de sus entrañas y de su amor, Conchita regresó de nuevo a la escuelita de su barrio “donde todos le quieren a mi hija”, según me cuenta.

Pero estas actitudes no han menoscabado su empeño de buscar la comprensión y solidaridad para decenas de niños tabacundeños que conviven con algún grado de discapacidad.

Desde hace más de tres años Conchita inició una cruzada para conseguir el establecimiento de un Centro especial para la atención y rehabilitación de los discapacitados, sin embargo sus esfuerzos todavía siguen huérfanos del apoyo de la municipalidad o del Patronato, a pesar de que en enero de 1999 recibió una respuesta favorable del Concejo Municipal para entregar el local del antiguo mercado municipal para que allí se adecue y se instale el Centro de Rehabilitación para Discapacitados.

Empero la lucha no ha terminado para la Madre de Erika, quien mira con ternura un voluminoso álbum de fotos en el que sobresalen varias fotografías de su hija junto a su inseparable silla de ruedas.

Y es que los discapacitados reclaman respeto, no compasión; derechos, no caridad. Que aprendamos a ser solidarios con las personas con discapacidad, que también son parte de la sociedad; que les abramos las puertas de nuestras escuelas, colegios y de todas las instituciones públicas o privadas, sin trabas ni prejuicios, nos dice Conchita Mármol, quien ha experimentado en carne propia los golpes de la incomprensión.
Tabacundo, diciembre, 2000

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