Por José Nelson Mármol
Sus recuerdos se pierden en aquella
lejana infancia, cuando a sus seis, ocho o diez años ya debía acompañar a Mamá
Margarita o a Papá Antonio en la búsqueda cotidiana del pan del día. Su voz, su mirada y sus gestos confluyen en
un hálito de nostalgia por ese tiempo vivido entre el olor a campo, tulpa y a
toquilla.
Virgiñita Montalvo cuenta que la familia se reunía en
torno a la tulpa para preparar y compartir el alimento diario. No hubo mantel
largo, pero sí la alegría y la felicidad que solo se siente cuando se
comparte el pan amasado con el fruto del trabajo honrado y sacrificado.
Al desayuno una agüita de cedrón
endulzada con panela, con tortillas de harina de trigo, o una porción infaltable
de chapo. Para el almuerzo se comía unos dos buenos platos de morocho,
chuchuca, arroz de cebada, arroz de trigo, quínoa, mazamorra o bolas de harina
de maíz, zambo, zapallo, las ocas, las habas, y a la merienda el calentado del
almuerzo con una taza de agua de hierbas con dulce.
Debido a las limitaciones
económicas, en la familia no hubo platos típicos o especiales. La carne, por
ejemplo, no era un producto de consumo diario, pues en su caso solo se comía
cuando algún ‘compadrito’[1]
le pagaba a Papá (Antonio) con un borrego por la elaboración de una puerta o de
una cama. Ahí sí se comía un caldito de mote con col verde y carne de
borrego”, recuerda.
Y como en ese tiempo no había en
la casa la refrigeradora, cuando había carne “mamita salaba y le envolvía con
un poco de harina y colgaba en una cuerda cerca de la tulpa para que se seque y
para dure unos días”.
En el día a día, lo que se ponía
a la olla era la col, el nabo, el berro, verduras a las que las llamaba como la carne
verde. De hecho, uno de los platos especiales preparados con el nabo o el berro
era las ensaladas con pepa de zambo, que se acompañaba a las papas enteras.
Así también, en temporada de
choclos, una de las delicias de la cocina era comer los choclos, con habas
tiernas, mellocos, y también las “chogllotandas”[2].
“No sé si habría en ese tiempo
arroz, no me acuerdo”, dice, al contrastar que en nuestro tiempo casi no hay
día en que no se coma esta gramínea.
Dice no recordar si
en su tiempo se hubiera preparado la ahora tradicional fanesca, en la Semana
Santa, porque “mamita solo hacía unas papitas enteras con “augado”[3]
y con una hojita de lechuga, y el
chocolate con queso y tortilla”. Cuando
era tiempo de papas “comíamos también papas enteras o papas con cáscara”.
Para tener qué poner a la olla, Virginita
recuerda que desde temprana edad salía con Mamá Margarita a “chugchir”[4]
en la hacienda de Cananvalle, principalmente.
Esto les permitía recoger una cantidad tal de productos (trigo, cebada,
maíz) que les alcanzaba para preparar las harinas para elaborar las mazamorras
del día a día, o el pan de “finados”,
así como para vender un poco para tener para comprar los otros aderezos para la
cocina y para comprar “la ropita”.
“Cuando nos íbamos al ‘chugche’
llevábamos de ‘cucabi’[5]
tostado[6]
y fréjol cocinado, y en un puro llevábamos agua con dulce (panela) y nos
sentábamos a comer cuando los peones de la hacienda se iban también a
almorzar. Así no más pasábamos”, cuenta.
Así también, a la escuela se llevaba como refrigerio una buena porción de
(maíz) tostado, habas tostadas, habas calpo[7],
tortillas; de vez en cuando se podía comprar alguna fruta de temporada, sobre
todo plátano de seda o naranja.
Para ganarse la vida, cuenta que
solía ir a “deshojar y desgranar maíz donde Don Rafael Cahueñas, o haciendo
empanadas donde la señora Pastora o la señora Isabel Landeta, que me llamaban a
que les ayude a hacer las empanadas; y
ahí me pasaba los domingos. Ellas me
pagaban, aunque no recuerdo cuánto me sabrían pagar”, señala.
Lo cierto es que la tulpa era el
centro de reunión, no solo a la hora de preparar el desayuno, almuerzo o
merienda, sino para la elaboración de las tortillas, el tostado, las habas
tostadas, o la preparación de los granos para llevar al molino. Y claro, los comensales se sentaban en torno a la tulpa, en pequeños bancos
construidos en los troncos de magueyes.