miércoles, 20 de marzo de 2024

Vidas y personajes de nuestra historia

  Por: José Nelson Mármol M.

Desde la más remota historia, el territorio que desde 1911 se erige como cantón Pedro Moncayo ha sido cuna de innumerables hombres y mujeres que dejaron un legado de patriotismo y entrega abnegada para alcanzar los preclaros ideales y aspiraciones de nuestro pueblo. Desde la valiente y estratega Quilago, Reina de Cochasquí, quien habría liderado la defensa de nuestro territorio, para detener durante más de dos años el avance de los conquistadores del sur, del imperio incásico, hasta la actualidad, centenares de mujeres y hombres han puesto y siguen poniendo en alto a nuestro cantón.

Por ello, resulta difícil resumir la semblanza de tantos hombres y mujeres que han dado ejemplo de valentía, inteligencia, trabajo y civismo, por lo que, en las siguientes líneas mencionaremos a vuela pluma algunos nombres y testimonios de vida.

Un héroe de la independencia del 10 de Agosto

En su obra “La historia de los Pueblos”, el Dr. Miguel Ángel Puga nos presenta un capítulo completo en el que rescata de la historia los nombres y acciones de personajes distinguidos de nuestro cantón, entre los que se cuenta el sargento José Vinueza, nacido en Tabacundo en 1740, quien habría sido uno de los próceres del “Primer Grito de la Independencia” del 10 de Agosto de 1809 y habría encontrado la muerte, “a manos del cocinero de la tropa real de Lima, el 2 de agosto de 1810”.

Un presidente de la Corte Suprema de Justicia


El destacado jurista, literato y periodista Julio Castro Bastus, hermano mayor de Mercedes Castro, benefactora de Tabacundo y La Esperanza, nace en Tabacundo, en 1836.  En 1859, junto a su amigo Pablo Herrera, funda el periódico político “El Primero de Mayo”, en oposición al presidente Francisco Robles. En 1861 desempeñó con brillo la secretaría de la Asamblea Nacional.  Fue legislador, desde 1866 a 1868.  También fue ministro de la Cartera de Hacienda, durante el gobierno de Javier Espinosa. Según Julio Tobar Donoso, el doctor Julio Castro “ocupó con mucho crédito el cargo de Presidente de la Corte Suprema en los años de 1877, 1888 y 1891”.  De igual manera, habría ocupado el cargo de Director de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

Gestores de la cantonización de Pedro Moncayo

Mención especial merecen los gestores de la cantonización de Pedro Moncayo, entre ellos los hermanos Virgilio y Honorio Jaramillo Torres, quienes en su momento recibieron una medalla de oro “en gratitud y admiración ‘por la perseverancia ejemplar con que ha sabido llevar a cima nuestra emancipación’”; Rubén Boada Jarrín, prestigioso orador, quien fogosamente defendió el derecho a la cantonización durante una Comisión General del Congreso; Miguel Aguilar, Cecilio Estrella, Flavio Hidrovo, Misael Jarrín Romero, Pacífico Proaño y Manuel Polanco, entre otros, pues la lista es muy amplia.

Un propulsor de la educación


La historia de nuestro pueblo guarda especial memoria del insigne educador Marco Aurelio Reinoso Mantilla, nacido en Tabacundo en 1860, quien desempeñó de forma brillante la docencia. En Guayaquil fundó el Colegio Mercantil, que posteriormente tomara el nombre de “Colegio de Comercio Marco A, Reinoso”. Es autor de una obra de Contabilidad Mercantil, que fue premiada con medalla de oro, en 1908. Su destacada trayectoria educativa le hizo merecedor de la Condecoración del Orden al Mérito, en el grado de Gran Oficial, entregada por el presidente de la República, Dr. Velasco Ibarra, el 5 de octubre de 1952.

Cronistas e historiadores de nuestro pueblo


Aunque el espacio nos resulta pequeño para trazar al menos una síntesis biográfica de valiosos cronistas e historiadores de nuestro terruño, debemos mencionar, al menos, el recuerdo de gratitud al Dr. Miguel Ángel Puga, Prof. Ernesto Estrella, señor Cornelio Mantilla, Prof. Alfredo Boada Espín, Padre Mateo Mera Espín; y, más recientemente, a la Lic. Bertha Boada P., Lic. Miguel Espinosa Arévalo, entre otros.

Un seleccionado a los Juegos Olímpicos de Roma, 1960


Un tabacundeño, del que poco se ha conocido en nuestra tierra, es el destacado boxeador Juan Mesías Mármol, nacido el 26 de noviembre de 1935, quien en su brillante carrera deportiva alcanzó el título de campeón de Pichincha y campeón nacional, en la categoría mosca, lo que le valió la distinción de haber sido seleccionado nacional a los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960, aunque por dificultades económicas y la falta de apoyo gubernamental no pudo viajar.

La mujer, alma y nervio del desarrollo cantonal

Nuestra historia cantonal guarda la memoria de valiosas mujeres, que han dado ejemplo de valentía y trabajo mancomunado para alcanzar el progreso de nuestro pueblo. Petrona Espinosa Ortíz, madre de quien fuera presidente de la República, el Dr, Javier Espinosa; Manuela Simbaña, mujer indígena de vida ejemplar, dedicada a la oración y a las obras de caridad a los pobres; se recuerda su afición a tocar el arpa. En el libro “La Historia de los Pueblos” se cuenta que el padre Virgilio Nieto habría recomendado a la familia Mármol Aguilar: “Cuídenle a la Manuela, porque ella es el pararrayos de Tabacundo”.


Recuerdo especial merece la señorita Rosa Emilia Estrella, quien durante años ejerció el cargo de Registradora de la Propiedad y se distinguía por su actitud patriota, convocando y animando el trabajo comunitario en las famosas mingas para la construcción de la carretera Guayllabamba-Pisque-Tabacundo, para lo que apoyaba generosamente con alimentación y bebida para los mingueros, al igual que la recordada sambita Nati, Natividad Mármol Espinosa y tantas otras corajosas mujeres.

También se debe guardar el recuerdo de doña Luzmila Romero, fundadora y benefactora del Hogar de Ancianos que lleva su nombre.

Mujeres educadoras de generaciones


“La influencia de la mujer ha sido siempre decisiva en la historia de la humanidad.  Cada día y con perfiles más vigorosos la mujer va defendiendo sus derechos, a la par que cumple responsablemente sus deberes… Poco a poco la mujer fue adentrándose en las diferentes manifestaciones de la vida activa y con plena conciencia de su capacidad ha ido tomando participación más abierta”, escribía la destacada educadora tabacundeña Alicia Alemán Obando, en la Revista Nuestra Voz, de la Asociación de Tabacundeños Residentes en Quito, en 1995. Su pensamiento revela con diáfana claridad la inteligencia y la vocación de decenas y decenas de educadoras que, en el curso de la historia cantonal han compartido generosas las luces del saber a varias generaciones de tabacundeños y pedromoncayenses.  A riesgo de omitir varios nombres, me permito mencionar los nombres de valiosas maestras, como Elvira Cisneros, Bertha Boada P., Esthela Aizaga, Maruja Espinosa (+), Teresa Cevallos (+), Alicia Alemán Obando (+), María Magdalena Espinosa Arévalo (+), Clemencia Polanco De La Torre (+), Carmen Peñafiel (+), entre otras.

miércoles, 2 de febrero de 2022

El tamal tabacundeño

 El #tamaltabacundeño es, quizá, el bocadillo que más identifica la gastronomía de mi #TabacundoLindo.


 

La tradición culinaria de este delicioso pastel, envuelto en hoja de atzera y cocinado al vapor, se pierde en la historia. No obstante, las crónicas y la memoria oral que se guarda de generación en generación nos dan cuenta de que este bocadillo es una herencia de nuestros pueblos ancestrales, anteriores a la conquista española.

De hecho, lo que se sabe es que “la palabra tamal viene del náhuatl “tamalli” (que significa envuelto)” y es “uno de los platillos más comunes y deliciosos en todas las culturas” de América Latina, que se ha convertido “en un alimento típico de fiestas”.

En México, por ejemplo, se guarda la tradición de degustar el tamal, de una manera especial, en el Día de la Candelaria, que se celebra este 2 de febrero.

A propósito de esta tradición mexicana, se me dio por relacionar la tradición tabacundeña de saborear nuestros deliciosos tamales de dulce, de manera especial en las festividades de Nuestra Señora de la Natividad (que en nuestro pueblo se celebra el 23 de noviembre), acaso por la analogía existente con la celebración mariana de La Candelaria; pero también es oportuno recordar que, desde antaño, el tamal tabacundeño se lo disfrutaba en las festividades de Navidad, a la salida de la tradicional Misa del Gallo.

De hecho, recuerdo que en las festividades navideñas no teníamos ni la costumbre, ni las posibilidades económicas para las celebraciones con las ahora infaltables cenas, con pavo u otros potajes, pero lo que no podía faltar es el tradicional tamalito de dulce, que lo degustábamos después de la Misa de Noche Buena.  

A pesar de la distancia de los años, no menos de unos 50 o 55 calendarios ya vividos, me parece como si recién fuera ayer que disfrutábamos el inigualable sabor del tamal tabacundeño preparado por doña Eloísa Alemán, quien siempre tenía los humeantes envueltos, en una paila de bronce de gran tamaño, sobre un brasero, en el umbral de su casa, en la esquina sur de la tradicional plazuela de San Blas; o caminando con dirección a la casa de mis inolvidables padres, ahí nomás, casi al frente de nuestra casita, convocaba la paila humeante, cubierta con un mantelillo de liencillo o bramante, que abrigaba a los sabrosos tamales preparados por la señora Marieta Iturriaga Mármol.

Así también, en la feria que movía la devoción a la Santísima Virgen de Natividad, de nuestra querida Mama Nati, los días previos a su fiesta del 23 de noviembre, no podían faltar los apetecibles tamalitos preparados por doña Lolita Mármol de Espín, quien se ubicaba, generalmente, en la esquina de la calle Sucre y Jaramillo, diagonal a la bien abastecida tienda de don Manuel Santana. 

Sea lo que fuere, en la actualidad, en nuestro pueblo se ha recuperado la tradición culinaria del #TamalTabacundeño y ahora es posible degustarlo en todo tiempo del año, gracias a la elaboración esmerada, con la tradicional receta heredada por nuestros mayores, que le ponen conocidas y queridas familias tabacundeñas, como las de la señora Beatriz Mármol, Elba Boada e Hilda Espín Mármol, entre otras.

Ñam ñam ñam. Ya espero el fin de semana para degustar este delicioso #TamalTabacundeño

Fotos: tomadas del perfil de Beatriz Mármol (https://www.facebook.com/beatriz.marmol.982/posts/1251528825270426)



viernes, 1 de noviembre de 2013

Amasijo de finados

Lo vivíamos casi, casi, como un ritual.  Mamá y mis ñañas ocupadas preparando los ingredientes para el amasijo.  Escoger el trigo, separar la granza, los ballicos y una que otra vainita de rábano que casi siempre se mezclaba en el trigo, luego de que recogíamos la cosecha y el dorado cereal salía de la trilladora. Una vez seleccionado el grano lo cargábamos hacia el molino para transformarlo en harina.  Luego había que cernirla en amplios cedazos, para clasear la harina y separarla para el pan blanco o para el mestizo (que ahora se lo conoce como integral). Así, grandes y chicos, participábamos en el proceso, unas alistando los ingredientes (harina, levadura, manteca, huevos, leche, sal, azúcar, en fin), mientras tanto con papá y mi ñaño nos ocupábamos de preparar la leña, el horno y otros materiales que no podían faltar.  Con machete en mano íbamos a la parcela a buscar y elaborar los furguneros (recuerdo inclusive que mi abuelita decía jurguneros; lo cierto es que al repasar estas memorias me doy cuenta que lo de furgunero debe tener alguna relación con los fucuneros: el uno para acomodar o recoger las brasas en el horno, y el otro para atizarlas), preparar las escobas para el horno, que las hacíamos con las ramas del pubián o de marco, lo mismo que para limpiar y enmantecar las latas para luego acomodar el pan que ha sido antes amoldado.

viernes, 30 de marzo de 2012

Los Guioneros de Pascua: Religiosidad popular y cultura

Algunas festividades religiosas se celebran con particularidades únicas, en diversas regiones del país.  Una de ellas es la Semana Santa.  En Tabacundo, cabecera del cantón Pedro Moncayo, la participación campesina da una característica especial a las celebraciones de la Semana Santa, sobre todo en el Domingo de Pascua

En la celebración se mezcla la tradición ancestral de los guioneros y la fe popular. Aunque esta tradición durante algún tiempo corría el riesgo de desaparecer, aún sigue vigente.


Los Guioneros 

El Guionero es un campesino cristiano que tiene una participación especial y solemne durante las celebraciones de la Semana Santa.  Desde el Domingo de Ramos y hasta el sábado de Gloria, el guionero acude a las distintas celebraciones religiosas vistiendo un elegante terno de casimir negro y lleva en sus manos un pendón de aproximadamente dos metros de alto que contiene en la parte superior una cruz que se halla cubierta con un velo blanco. 

Le acompañan tres parejas de bracerantes, que a diferencia del guionero llevan un atuendo blanco adornado con abundante papel multicolor, lentejuelas y oropeles, quienes van adelante del guionero batiendo un pequeño bracero (paila) en la que incineran olorosos inciensos. En la procesión de Viernes Santo, que se cumple por la tarde por las principales calles de Tabacundo, los guioneros son personajes destacados. 



Las banderas de Pascua

 
El Domingo de Pascua el Guionero sale con un atuendo diferente al que utiliza hasta el viernes Santo.  Su vestido para este día es muy similar al de los bracerantes de los días anteriores, pero en esta vez recorre las calles de la ciudad con una actitud gozosa, portando una inmensa bandera adornada de una manera muy atractiva y artística por personas especializadas en esta tarea.    

Al ritmo de una alegre melodía entonada en pífano, los Guioneros, acompañados de su comunidad, van en procesión a la Iglesia en donde serán los protagonistas de un rito especial. La celebración religiosa de la Pascua de Resurrección empieza a las 10h00.





En el momento de la consagración de la misa de Pascua de resurrección baten festivamente las banderas, en expresión de alegría por la resurrección de Jesús.  Luego de terminada la celebración religiosa, los guioneros salen al atrio a batir gozosos las banderas de la Pascua, luego de lo cual acompañan a la procesión, con la imagen de Jesús Resucitado, que recorre las principales calles de la ciudad.

 
Una vez que concluye la celebración religiosa, los guioneros permanecen en la parte baja del atrio danzando y batiendo las banderas, acompañados de todos los vecinos y parientes de sus comunidades, quienes llegan preparados con potajes y comidas que son compartidos, para  luego continuar con el festejo gozoso por las calles, batiendo las banderas del triunfo de Jesús a la muerte, hasta que cae la tarde.   

Posteriormente los guioneros y todos los miembros de la comunidad a la que se pertenecen regresan a sus comunidades para continuar con la fiesta pascual, con un derroche de comida y bebida para todos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Memorias de tulpa y de tulur


Por José Nelson Mármol

Sus recuerdos se pierden en aquella lejana infancia, cuando a sus seis, ocho o diez años ya debía acompañar a Mamá Margarita o a Papá Antonio en la búsqueda cotidiana del pan del día.  Su voz, su mirada y sus gestos confluyen en un hálito de nostalgia por ese tiempo vivido entre el olor a campo, tulpa y a toquilla.

Virgiñita  Montalvo cuenta que la familia se reunía en torno a la tulpa para preparar y compartir el alimento diario. No hubo mantel largo, pero sí la alegría y la felicidad que solo se siente cuando se comparte el pan amasado con el fruto del trabajo honrado y sacrificado. 

Al desayuno una agüita de cedrón endulzada con panela, con tortillas de harina de trigo, o una porción infaltable de chapo. Para el almuerzo se comía unos dos buenos platos de morocho, chuchuca, arroz de cebada, arroz de trigo, quínoa, mazamorra o bolas de harina de maíz, zambo, zapallo, las ocas, las habas, y a la merienda el calentado del almuerzo con una taza de agua de hierbas con dulce.  

Debido a las limitaciones económicas, en la familia no hubo platos típicos o especiales. La carne, por ejemplo, no era un producto de consumo diario, pues en su caso solo se comía cuando algún ‘compadrito’[1] le pagaba a Papá (Antonio) con un borrego por la elaboración de una puerta o de una cama.  Ahí sí se comía  un caldito de mote con col verde y carne de borrego”, recuerda. 
 
Y como en ese tiempo no había en la casa la refrigeradora, cuando había carne “mamita salaba y le envolvía con un poco de harina y colgaba en una cuerda cerca de la tulpa para que se seque y para dure unos días”.

En el día a día, lo que se ponía a la olla era la col, el nabo, el berro, verduras a las que las llamaba como la carne verde. De hecho, uno de los platos especiales preparados con el nabo o el berro era las ensaladas con pepa de zambo, que se acompañaba a las papas enteras.
Así también, en temporada de choclos, una de las delicias de la cocina era comer los choclos, con habas tiernas, mellocos, y también las “chogllotandas”[2].

“No sé si habría en ese tiempo arroz, no me acuerdo”, dice, al contrastar que en nuestro tiempo casi no hay día en que no se coma esta gramínea.  
 
Dice no recordar si en su tiempo se hubiera preparado la ahora tradicional fanesca, en la Semana Santa, porque “mamita solo hacía unas papitas enteras con “augado”[3]  y con una hojita de lechuga, y el chocolate con queso y tortilla”.  Cuando era tiempo de papas “comíamos también papas enteras o papas con cáscara”.

Para tener qué poner a la olla, Virginita recuerda que desde temprana edad salía con Mamá Margarita a “chugchir”[4] en la hacienda de Cananvalle, principalmente.  Esto les permitía recoger una cantidad tal de productos (trigo, cebada, maíz) que les alcanzaba para preparar las harinas para elaborar las mazamorras del día a día, o  el pan de “finados”, así como para vender un poco para tener para comprar los otros aderezos para la cocina y para comprar “la ropita”.

“Cuando nos íbamos al ‘chugche’ llevábamos de ‘cucabi’[5]  tostado[6] y fréjol cocinado, y en un puro llevábamos agua con dulce (panela) y nos sentábamos a comer cuando los peones de la hacienda se iban también a almorzar.  Así no más pasábamos”, cuenta. Así también, a la escuela se llevaba como refrigerio una buena porción de (maíz) tostado, habas tostadas, habas calpo[7], tortillas; de vez en cuando se podía comprar alguna fruta de temporada, sobre todo plátano de seda o naranja. 

Para ganarse la vida, cuenta que solía ir a “deshojar y desgranar maíz donde Don Rafael Cahueñas, o haciendo empanadas donde la señora Pastora o la señora Isabel Landeta, que me llamaban a que les  ayude a hacer las empanadas; y ahí me pasaba los domingos.  Ellas me pagaban, aunque no recuerdo cuánto me sabrían pagar”, señala.

Pero no eran solo esas actividades las que les permitía llevar el alimento a la casa.  “Con mamita también ganábamos cargando agua en maltas para que las vecinas que tenían las cantinas cocinen la chicha”.  Así ganábamos”, relata Mami Vir. 

Lo cierto es que la tulpa era el centro de reunión, no solo a la hora de preparar el desayuno, almuerzo o merienda, sino para la elaboración de las tortillas, el tostado, las habas tostadas, o la preparación de los granos para llevar al molino.  Y claro, los comensales se sentaban en  torno a la tulpa, en pequeños bancos construidos en los troncos de magueyes.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Cien años de una historia milenaria

José Nelson Mármol

La pátina del tiempo deja su huella en la vida de un pueblo que es heredero de una historia milenaria. De ese rico acervo, este 2011 se marca el primer centenario de la vida política independiente de los pueblos que hoy integran el cantón Pedro Moncayo.

Hace cien años, una pléyade de tabacundeños pusieron la rúbrica a esa página memorable de la cantonización, en la que se definió un destino que se ha conjugado entre hazañas de tesonero trabajo que han patentado grandes obras física, y momentos signados por las dificultades, pero que no han doblegado el espíritu libertario y democrático del pedromoncayense de ayer y de hoy.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Monseñor Barriga: protagonista y testigo del desarrollo cantonal*


Por: José Nelson Mármol


“No importa donde se nace, sino donde se lucha”. Esta frase de una recordada canción a la memoria del Libertador Simón Bolívar, que “murió en Santa Martha, en Caracas nació…” parece aplicarse de manera precisa a un hombre que sin haber nacido en Tabacundo ha trabajado y luchado por el adelanto cantonal más que muchísimos de nosotros.

Evangelizador, catequista, radiodifusor, cooperativista, educomunicador, arquitecto, economista, constructor, promotor cultural, periodista, profesor, escritor, publicista, diseñador, deportista, agricultor, fotógrafo, cineasta, mecánico, electricista. Con seguridad, la lista debe resultar aún corta para identificar todas las facetas que ha cumplido y sigue cumpliendo el Padre Isaías Barriga, desde su llegada a Tabacundo, hace ya 50 años.