lunes, 19 de abril de 1999

PRIMER CAMPEONATO BARRIAL DE CABES

Presidente de Concentración Deportiva de Pichincha inaugura en Tabacundo:

Tabacundo. Todo se encuentra listo para dar inicio a la gran fiesta del trompo gigante en Tabacundo. El presidente de la Concentración Deportiva de Pichincha, Aparicio Vega inaugurará el sábado 24 de abril, a las 14h00, el primer campeonato interbarrial de cabes, en el que participarán al menos ocho equipos que representarán a igual número de barrios de Tabacundo. La tarde deportiva será amenizada por una conocida banda de músicos y con varias expresiones de alegría.

LOS CABES, UN DEPORTE ANCESTRAL Y SUIGÉNERIS
Desde tiempos inmemoriales se juega en Tabacundo este popular deporte que consiste en lanzar una bola de madera de aproximadamente 5 centímetros de diámetro con un trompo gigante de madera en rotación que puede pesar hasta dos libras.

Los jugadores deben coger en la palma de la mano el trompo en rotación y pegarle a la bola, de tal suerte que ésta llegue lo más lejos posible. De este modo, el equipo que más pronto logre completar el recorrido y llegue a la meta se convierte en el ganador de la competencia. La distancia que debe recorrer la bola tras los sucesivos lanzamientos dados por cada uno de los jugadores inscritos en los equipos es de aproximadamente 1 kilómetro.

El juego más que de fuerza es de habilidad porque implica una técnica especial para dar el golpe preciso a la bola para que ésta alcance la mayor distancia posible con relación al sitio de lanzamiento.

Este popular deporte se lo cultiva y practica casi con exclusividad en Tabacundo, en la provincia de Pichincha y en Cotacachi, en la provincia de Imbabura, pero lamentablemente todavía no es reconocido por los órganos que rigen el deporte cantonal, provincial y nacional, por lo que los organizadores del torneo buscan promocionar esta actividad en la perspectiva de que a mediano plazo se convierta en otro deporte de competencia en las olimpiadas provinciales, que cada dos años organiza la Concentración Deportiva de Pichincha.

El presidente de la Matriz del Deporte Provincial, Aparicio Vega, ha aceptado ser el Padrino de este primer torneo interbarrial, y como tal inaugurará el torneo de CABES en Tabacundo.

José Nelson Mármol

jueves, 19 de febrero de 1998

REORIENTAR EL TRABAJO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACION DE LA IGLESIA, UNA MISION URGENTE

José Nelson Mármol

Hay que buscar, a través de los medios de comunicación social, "...una auténtica evangelización y se escuche la voz de los más marginados" ( LINEAS PASTORALES, Documento de aplicación de Santo Domingo a la Iglesia en el Ecuador, 554).

A diario la prensa, la radio y la TV vehiculan informaciones que dan cuenta de acontecimientos que, si bien es cierto se registran, nos muestran un permanente proceso de deshumanización en el que se halla la sociedad contemporánea. El crimen, la violencia, las guerras, amén de mensajes manipulados con afanes de imponer una cultura diferente, y estimular el "hedonismo y consumismo"[1] parecerían ser los temas de mayor interés en la agenda informativa de los Medios de Comunicación. Y mejor si estos temas se los trata con un sensacionalismo tal que haga al producto vendible.

Entre tanto, la pobreza extrema que cada vez es mayor en todo el mundo apenas se trata muy superficialmente, a tal punto que en muchos de los casos constituyen solo cuestiones de relleno en las ediciones que llegan a nuestros hogares.

La cuestión se torna más preocupante aún cuando los propios Medios de Comunicación que se hallan en manos de la Iglesia, o que participan de este espíritu, caen también -aunque no de manera deliverada- en esta cadena, acaso por la falta de una orientación clara sobre el DEBER SER, de la misión y la dimensión evangelizadora que se recomienda en una ya abundante documentación sobre comunicación producida por la Iglesia, y la ausencia de ese compromiso de denunciar la injusticia y acompañar en las luchas de los sectores más marginados de la sociedad que debe caracterizar a un comunicador católico.

El derecho a la comunicación pertenece a todos[2], sin embargo una mirada somera a lo que en el día a día ofrecen los medios de Comunicación hace posible advertir cómo la información pertenece a escasísimos sectores, a aquellos que a su vez detentan el poder económico y político.

La iglesia ecuatoriana, en su Documento preparatorio para la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano, reunido en Santo Domingo, en el capítulo de la "Visión Pastoral de la Realidad Social, en la parte de la Situación socio-política", ya denunció esta situación al señalar que "Los medios de comunicación social están en pocas manos. Es verdad que no han dado toda la importancia a la realidad indígena. La televisión, especialmente, es portadora de antivalores de la cultura adveniente (consumismo, hedonismo) destruyendo valores fundamentales", y en otra parte del diagnóstico hecho por los obispos ecuatorianos se agrega que "la información que proporcionan los medios de comunicación están impregnados de materialismo, utilitarismo y pornografía"[3].

Esta realidad exige que miremos con mayor atención el trabajo que cumplen los medios de comunicación en general, pero en particular a aquellos que se hallan en manos de la Iglesia, para buscar los correctivos que una sociedad de justicia demanda. Para ello considero necesario que la Iglesia ecuatoriana, acogiendo la recomendación de la Instrucción Pastoral del Pontificio Consejo para las Comunicaciones sociales, busque "entablar un diálogo honesto y respetuoso con los responsables de los medios de comunicación"; priorice la elaboración de una Política de Comunicación que oriente el trabajo de los medios que tiene la iglesia, y fundamentalmente se privilegie un programa de formación y capacitación de los comunicadores sociales que trabajan en los medios de comunicación de Iglesia. Solo así se logrará que la comunicación social respete la condición humana de la persona y participe "en el desarrollo integral de la persona que comprende la dimensión cultural, trascendente y religiosa del hombre y de la sociedad"[4].

[1] Cf. 280 del Documento de la IV conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
[2] Cf. Instrucción Pastoral del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Aetatis Novae, apartado 10.
[3] LA COMUNICACIÓN EN SANTO DOMINGO, Mons. Juan Luis Isern, DECOS-CELAM, 1995
[4] Juan Pablo II, Solicitude rei socialis, 46, citado en Aetatis Novae, 7

lunes, 19 de enero de 1998

"El tiempo pasa..."


José Nelson Mármol M. (*)

"El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos...". Cuánta razón tiene Pablo Milanés al sintetizar en un solo verso de su popular canción el giro ineluctable de la vida.

Ayer nacimos, hoy vivimos el presente, a veces sin reparar en esa sucesión interminable del tiempo hasta que en un momento decidimos, consciente o inconscientemente, volver los ojos a las hojas del calendario para revisar las cosas que hemos vivido. Solo ahí nos es posible dimensionar los días que han pasado y las cosas realizadas y que guardan la huella innegable de la pátina. Independientemente, claro está, de que esos recuerdos correspondan a los momentos, en más o en menos, gratos o felices que hayamos vivido.

"El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos..." Cuánta verdad y cuánta falta nos hace mirar de cuando en cuando el pasado, para alimentar el presente con esa inagotable fuente de la experiencia que nos deja lo cotidiano, para evitar los errores en el futuro, que se nos abre día a día.

"El tiempo pasa.." me recuerda Pablo, pero Manzanero viene también con su verso canción para decirnos que aunque muchas cosas han pasado, "parece que fue ayer...", si viven en nuestra memoria. Eso ocurre en este momento en que pienso que "parece que fue ayer..." que el país todo se vio envuelto, sin haberlo deseado, en una guerra no declarada con nuestro siempre expansionista vecino del sur; no obstante, han pasado ya más de tres años. Todos recordamos estos momentos de dolor y de gloria, porque todos fuimos partícipes de la defensa de nuestra heredad, al unísono de NI UN PASO ATRAS.

Tres años han pasado, pero qué grato es recordar que hubo momentos en que de la entraña sufrida y dividida de un pueblo víctima de corruptelas y politiquerías, surgió lo que en su momento se denominó un NUEVO ECUADOR. Un país que se mostró gigante, no por su extensión territorial -que por el contrario nos ubica como uno de los más pequeños de sudamérica-, sino porque supo aprovechar el mejor capital con que cuenta: el humano; y porque ello supuso también la óptima utilización de los limitados recursos bélicos para la defensa.

Todo el pueblo pudo seguir de cerca lo que acontecía en esos aciagos días gracias a la ágil y efectiva tarea cumplida por nuestro medios de comunicación social, acción en la cual los periodistas nos ubicamos en nuestras propias trincheras y desde ahí demostramos a la comunidad internacional la verdad sobre la nueva agresión del Caín de América. A esta gran misión de nuestros soldados, del pueblo y del gobierno, se sumó la gestión franca de nuestra diplomacia, que obligó al gobierno del sur a reconocer que había un problema que debía ser resuelto, y que para ello se hacía impostergable iniciar un proceso de negociación, que continúa hasta estos días, y que esperamos concluya con la suscripción de un acuerdo de paz que reconozca la dignidad de todo un pueblo que supo decir basta al expansionismo y al militarismo peruano. De no haber mediado la conjunción voluntades y esfuerzos a lo mejor a esta hora se habría impuesto el designio expansionista de unas fuerzas armadas peruanas que, además necesitaban lavar una imagen minada por la vinculación del alto mando militar con las drogas.

Cuánta sangre se derramó en la frontera, pero a Dios Gracias la pesadilla de la guerra terminó luego de cinco semanas de tensión y angustia; de dolor y lágrimas, que deben ser defendidas con honor y sin claudicaciones en la mesa de negociaciones.

* Corresponsal de Defensa Nacional, tercera promoción. CPP-708

miércoles, 10 de septiembre de 1997

PRESENTACION DE LA OBRA R E L A T O S C O R T O S

Miércoles 10 de septiembre de 1997

Con enorme satisfacción he atendido la cordial invitación que me formuló Oswaldo hace algunos días para estar presente en este acto, no únicamente por el grado de amistad y algo de familiaridad que mantenemos, ni por el espíritu de cuerpo -por decir de alguna manera a ese sentimiento de solidaridad profesional como periodistas que somos-, sino, sobre todo, porque soy un convencido de que para los tabacundeños debe ser un deber ineludible respaldar las gestiones y trabajos que revelan que nuestra Tierra sigue siendo una cantera inagotable de cultura. Por ello, antes de iniciar este encargo quiero expresar mi agradecimiento especial, sincero e íntimo, a Oswaldo Mantilla Aguirre por haberme distinguido, inmerecidamente por cierto, con el alto privilegio de compartir unas cuantas palabras en este acto de trascendental importancia en la vida cultural de nuestro pueblo.

La verdad, no sé si lo que pueda decir en esta noche logre cumplir este difícil encargo, sin embargo ya que lo acepté intentaré presentar estos relatos cortos con una visión no del crítico literario sino apenas del periodista, del comunicador que se enfrenta a diario con la misión de reflejar con la mayor objetividad posible los hechos que nuestra sociedad produce.

Con este antecedente, que era necesario precisarlo, quisiera sintonizar el pensamiento del autor de estos relatos, y aunque puede parecer muy pretencioso, quisiera compartir también el criterio de todos quienes están presentes en este acto y de quienes se quieran dar el placer de revivir escenas, costumbres y tradiciones que el tiempo parece haberlas depositado en un baúl de ingratitudes, y que Oswaldo los rescata y presenta con una sencillez tal que nos invita a no olvidar pasajes de nuestra cultura popular.

Relatos Cortos, así ha titulado Oswaldo a su obra que es, desde mi personal visión -y en esta parte les pido me disculpen que invada brevemente la orilla estricta del comentario y análisis que se hará de este trabajo-, un conjunto pequeño de escritos que se inscriben más en el género periodístico de la crónica histórica y costumbrista, pero que no obstante logra con acierto coquetear con el perfil literario. Esto revela con integridad que Oswaldo ha cumplido y sigue cumpliendo ese compromiso de ser el historiador del tiempo presente, como se considera el trabajo de un comunicador social. Pero antes de intentar entrar en un detalle no minucioso, aunque sí más específico de lo que integra esta obra, podemos decir que quizá es posible distinguir en el conjunto de relatos tres partes claramente diferenciadas: los tres primeros escritos que se presentan nítidamente ubicados en el escenario de nuestro pueblo natal; una segunda parte que corresponden a facetas más particulares y un apéndice que constituye una suerte de regalo para el lector, un breve diccionario humorístico en el que se conjugan con ingenio escenarios y definiciones más generales o comunes para todo aquel que lea el libro.

Para quienes conocemos de cerca la trayectoria profesional de Oswaldo, estos relatos cortos significan no solo una constatación más de su preocupación por dejar una huella sobre ese inmenso vagaje de tradición y cultura del pueblo al que nos debemos; es, sobre todo, la ratificación de esa recóndita pasión por escribir con esa visión del testigo que participó de esas amenas reuniones familiares o de amigos en las que, efectivamente, el tema de atención central constituía las historias o fantasías de duendes o huacaiciques; brujas voladoras o cajas roncas, o en fin, cuentos que en la niñez que nos tocó vivir nos ponían "los pelos de punta", como dice Oswaldo, pero que nos encantaban escuchar.

Y creo que cuando el autor nos cuenta esos momentos lo hace desde dos perspectivas: desde la narración descriptiva de sitios como la calle real, la antigua casa de la plazuela, el parque, o habla de los faros que alumbraban las oscuras noches tabacundeñas. Por eso decía yo que más se aprecia en su trabajo el desarrollo periodístico del relato, pero que es posible descubrir rasgos de picardia de la narrativa literaria en hipérboles como que la gente en el pueblo se conocía de tal manera que era posible que alguien supiese inclusive del "lunar de debajo del calzoncillo". Con un breve escrito sobre esta característica del pueblo hasta entrada la segunda mitad del presente siglo empieza Oswaldo su pequeña obra; luego se descuelga en otra característica de nuestra niñez que era precisamente la de no depender de la tecnología para crear y confeccionar los juguetes que hicieron en su momento que nuestra vida lúdica sea plena y sin complejos. Nos habla en su segundo relato sobre la inventiva infantil para hacer el tractorcito al que se lo daba vida, por decir de alguna manera, con los materiales más simples, como un carrete, un elástico y cera, aunque siempre respaldados en las leyes de la física y la propulsión.

Luego Oswaldo nos hace un exhorto a que no dejemos morir esa tradición de fin de año y año nuevo: los remedadores que tan comunes eran en nuestro pueblo y que revelaban la picardía de nuestra gente, con lo que gozábamos a más no poder con las ocurrencias de los agraciados imitadores de la temporada de inocentes. Y finalmente Oswaldo trae a nuestra memoria algunas características de lo que hace algunas décadas eran las corridas populares de toros en nuestro pueblo, cuando quizá más que hoy se vivía la fiesta brava de una manera muy especial. Nos recuerda que el ganado que era lidiado era de las haciendas de Mojanda, Santa Gertrudis, Guaraquí o Santa Mónica, lo que ahora sencillamente ya no es posible; nos habla de cómo eran arreados los toros y de los arriesgados personajes del toreo como el fullico Cisneros, el Aníbal colada, el Cholo Torres o el Conejo Miguel, entre otros.

Hasta aquí el escritor nos presenta un escenario de acontecimientos y tradiciones ambientados en nuestro pueblo. Los otros tres relatos (Trinity en la 24, Quito intermitente y Noches movidas) corresponden más bien a vivencias más particulares de personas que se ven enfrentadas a anécdotas suigeneris como la de no poder disfrutar de una función de cine, pese al esfuerzo económico realizado y el desbordante deseo de los adolescentes tío y sobrinos, por la inmensa multitud que acudió con tal propósito; o la ingenua curiosidad del hermano menor del estudiante que salió a Quito por saber cómo era posible que su hermano escribiera cartas en la noche si él había contado ya que las luces de Quito eran intermitentes, y finalmente nos cuenta de una singular experiencia del joven que se ve enfrentado a una impensada noche movida en una boat quiteña.

El trabajo finaliza con un diccionario humorístico que, como ya había señalado antes, nos ofrece definiciones y ocurrencias que revelan la chispa para dar un giro a la vida y consigue arrancarnos sonrisas en un tiempo de caras largas, muy comunes en nuestra sociedad postmoderna llena de prisas y preocupaciones.

Quien tenga en sus manos estos relatos cortos va a tener la oportunidad de disfrutar de estos escritos sencillos y profundos a la vez que nos ofrece en esta oportunidad Oswaldo, a quien felicito con sincera emoción.

José Nelson Mármol M.

jueves, 19 de junio de 1997

EL DEBER DE INFORMAR Y EL DERECHO A SER INFORMADO

José Nelson Mármol M.

El derecho ciudadano a la información es, lamentablemente, un aspecto que los legisladores se olvidaron de introducir de manera expresa en la constitución y leyes de nuestro país. Ojalá alguien se acuerde de plantear este tema en la Asamblea Nacional que se deberá convocar, por mandato expreso del pueblo en las urnas, el pasado 25 de mayo. Ello garantizaría que todos podamos exigir, con amparo en una norma legal, que nuestros representantes a las diferentes dignidades de elección popular nos den cuentas sobre sus acciones y sobre el manejo de los dineros que nos pertenecen a todos.

No es pertinente - aunque sí oportuno-, reflexionar sobre lo que la teoría de la comunicación y la información plantean sobre el DEBER DE INFORMAR Y EL DERECHO -que a todos nos asiste- DE SER INFORMADOS, para elevar un comedido reclamo a la actual Administración Municipal, pero de manera especial al señor alcalde, Lic. Amílcar Mantilla, por el incumplimiento a su compromiso de campaña, cuando fue candidato allá en 1992, de establecer un canal directo de información sobre su gestión y la población que lo eligió.
Recuerdo claramente, porque inclusive ayudé a su campaña, el ofrecimiento de crear, si no un Departamento, al menos una oficina de Comunicación Social. Pero todo no fue más que un engaño (como otras muchas ofertas que solo siguen en esa condición de ofertas, de las que somos testigos). Fue solo una fugaz ilusión el nombramiento o encargo que por pocos días se hizo a mi caro amigo y prestigiado colega Carlos J. Cisneros. Pero la verdad es que hasta hoy no he (hemos) tenido la suerte de conocer la información básica y fundamental que la municipalidad está obligada a entregar a sus munícipes. No sé si se quieren ocultar secretos, que creo que no los haya, o simplemente no se repara en el enorme daño que se crea la misma Administración al no informar oportunamente.

Es necesario que una vez que surgen cuestionamientos la municipalidad informe adecuadamente y aclare mal entendidos, si así fuere el caso. Por ética profesional -que la cuido con celo en mi ejercicio periodístico- no he querido referirme a versiones que provenían de una sola dirección, e inclusive he cuestionado, y lo sigo haciendo, aquellas acusaciones apócrifas que se lanzan en contra de la primera autoridad del Municipio. Pero dado el silencio que se ha mantenido sobre una supuesta participación de nuestra municipalidad en la "más grande red de corrupción, a través del caso Peñaranda", me permito solicitar que se ofrezca alguna información Jamás ha sido mi intención; desde entonces, hasta la presente fecha, lo que se hace o no se hace en el Concejo Municipal parecería ser una cuestión de Estado. Otras tantas que hemos resultó Claro está Cierto es que "Muchas veces se puede engañar a alguien, pocas veces se puede engañar a muchos, pero nunca se puede engañar a todos".
Tabacundo, junio, 1997

martes, 20 de mayo de 1997

VICTIMAS DE NUESTRO CONFORMISMO


José Nelson Mármol M.

Terminada la campaña electoral de 1996, que determinó la elección de nuestros actuales representantes ante el Concejo Municipal, me auto impuse un necesario silencio en mi columna periodística, por dos razones que serán comprendidas por varios lectores que me han reclamado por esta actitud: en primer lugar, de julio a diciembre del año pasado tuve la suerte de viajar a Brasil, a realizar un curso de post-grado, en comunicación, lo que, obviamente, me impidió estar informado de todo cuanto ocurría en nuestra comunidad; luego, consideré que era bueno hacer un paréntesis en mis cuestionamientos y fundadas críticas al desgobierno local para que, en el nuevo período que arrancó en agosto pasado, se abran alternativas al diálogo y a la reconciliación comunitaria que quedaron sumamente deteriorados tras el fragor de la lid electoral.

Siempre consideré que la peor enfermedad que puede afectar a los pueblos es transformar las diferencias político partidistas en enemistades personales o familiares, y eso es precisamente lo que está minando esa necesidad de conciliación y concertación, para avanzar juntos a la consecución de los grandes intereses colectivos. Qué falta hace que sepultemos las pasiones particulares del partidismo y cerremos las heridas.

Pero qué lamentable resulta constatar que de parte de las autoridades locales sigue incólume una actitud de orgullo enfermizo y de autosuficiencia que está conduciendo a que nuestro pueblo no encuentre la senda de la armonía social y del progreso comunitario, y por el contrario siga de tumbo en tumbo sumido en los errores de una Administración que se ha mostrado ciega y sorda a las inquietudes ciudadanas.
Piedras al canto: Aunque amplios sectores de la sociedad, y el más común de los pobladores, se pronunciaron sobre la inconveniencia de organizar una movilización a Quito para, a pretexto de solicitar el aval para un crédito para la construcción del anhelado Proyecto de Riego Tabacundo, ofrecer el respaldo a la señora vicepresidenta de la república -que por todos es bien sabido es un cero a la izquierda en el actual gobierno-, la municipalidad no se inmutó y con un empecinamiento digno de mejor causa fue a "vivar a doña Rosalía". Me pregunto si no era preciso atender al más elemental sentido común para buscar el mejor camino para la consecución de una obra que todos la deseamos?. Pero, por el contrario, escuché decir al señor alcalde, mientras inauguraba un campeonato de fútbol comunal, que solo se trataba de "cuatro voces de resentidos".

Un pueblo dividido por diferencias que rebasan lo estrictamente político -que inclusive es necesario en un verdadero régimen democrático- para caer en la rivalidad personal o familiar seguirá condenado a caminar como el cangrejo, y no queremos eso. Por ello levanto nuevamente mi voz para hacer un clamoroso llamado al diálogo, a la concertación por el futuro de nuestro pueblo. Demostremos que podemos avanzar en medio de nuestras naturales diferencias ideológico políticas, porque el supremo objetivo es nuestro pueblo; no lo condenemos al letargo con nuestro conformismo. Demos un paso decisivo y extendamos la mano de la gran conciliación.

20 de mayo de 1997

martes, 19 de marzo de 1996

VIVA EL CLIENTELISMO


José Nelson Mármol M.

Aunque resultará insuficiente el espacio de esta columna para realizar una evaluación serena sobre lo ocurrido en la pasada campaña electoral para las dignidades seccionales de nuestro pueblo, es preciso y necesario que realicemos algunas puntualizaciones por las caracterizaciones atípicas que se pudieron observar.

Para ninguno de nosotros es novedad que Amílcar Mantilla logre, como lo hizo, una victoria holgada, aunque no muy fácil, que no es lo mismo; pues para lograrlo el camino se le tornó, en algún momento, cuesta arriba, tal como reconocieron y me confiaron algunas personas que estuvieron trabajando cerca a él.

Se dirá que triunfo es triunfo, a la final. Sin embargo sería preciso considerar que hay triunfos que saben a derrota y derrotas que saben a triunfos, y ello bien puede calzar a los principales protagonistas de la pasada contienda.

Al fin, el gran triunfador fue el clientelismo. No cabe duda que el efecto buscado por Amílcar para lograr su reelección dio resultado. El clientelismo ha asegurado buenos resultados electorales casi siempre.

Resultaría en extremo largo, pero sobre todo innecesario, traer a la memoria los innumerables casos en que el clientelismo populista ha logrado derrumbar verdaderas propuestas programáticas para la acción de un gobierno, en nuestro caso local. Pero bien vale la pena que dediquemos nuestro enfoque a algunos hechos que no pueden ser soslayados.

No puedo desconocer las condiciones de líder que ha logrado amasar Amílcar desde hace más de 10 años. No obstante, resulta evidente que en la última campaña logró consolidar su ansiada reelección merced a las miles de camisetas y gorras distribuidas a la gente, los casi diarios bailes en barrios y comunidades (cuánto le costó todo eso y cómo logró financiarlo?, es una pregunta que sigue flotando en el ambiente y que en algún momento debería responder), amén de una evidente campaña sucia y absurda en contra, sobre todo, de una candidatura de propuestas y programas serios y realizables.

Ni de lejos pretendo menospreciar el grado de conciencia que si creo existe en un alto porcentaje de la gente que se volcó a su favor, pero si resulta cuestionable que haya triunfado precisamente la candidatura que jamás -de lo que yo pude escuchar-, presentó una propuesta concreta sobre la solución a la problemática de nuestro pueblo. Tan es así que inclusive eludió un enriquecedor debate realizado en Radio Mensaje.

El clientelismo populista de entregar casas barriales (necesarias, pero no prioritarias) a 200 o 500 metros de distancia, en una población que no tiene más de 2000 metros de longitud, obnubiló, sin duda, a un amplio sector de la población que prefirió votar por las casitas (como en el caso del Prefecto, Rafael Reyes), antes que por una solución real a la carencia permanente de agua potable y de riego. Pero en fin, el PUEBLO es el Supremo Elector y así lo decidió. Viva el clientelismo.

Ojalá Dios quiera y que mi augurio resulte equivocado, pero mucho me temo que estos dos temas: Agua potable y agua de riego seguirán, desgraciadamente, siendo banderas de campaña de nuevas contiendas electorales. San Blas, mi barrio querido, solo por poner un ejemplo muy cercano, seguirá padeciendo la falta de agua potable las 12 horas del día, los 365 días del año, quizá durante cuatro años más; y los agricultores del campo y la ciudad deberán seguir rezando a San Pedro, para que abra las llaves celestiales cuando la sed de la tierra sea insoportable. Ojalá me equivoque.

Por otro lado, debo confesarlo que me resultaba difícil aceptar que Amílcar y su campaña hayan tenido que echar mano de recursos nada éticos para asegurar su victoria. Sinceramente creo que no necesitaba ello. Amílcar tenía asegurada su reelección aunque no hubiesen surgido buenas candidaturas como la de Augusto Espinosa y Eduardo Avilés. Pero lanzar toda una cadena de expresiones de resentimiento social y un odio enfermizo y visceral que derramaban algunos de los prosélitos de su campaña (de lo que fui testigo en más de una ocasión), quienes sin el más mínimo rubor no se cansaron de tildar de "perros de los Espinosas" a todos quienes no apoyaban su candidatura porque confiaban en la de Augusto, es, por decir lo menos, condenable, por burdo y grotesco.

No pretendo, ni tampoco soy el llamado a salir en defensa de la familia Espinosa (a no ser por cumplir con un deber moral y cívico como comunicador), pero si resulta indignante, en extremo, que por una campaña electoral se haya resquebrajado la unidad de nuestro pueblo, y, sobre todo existan personas que se sientan con el exclusivo derecho de tachar a familias honorables que buscaban servir a nuestro pueblo desde una dignidad de representación popular. No sé cuál será el criterio de Amílcar, pero yo creo que él, miembros de su familia, así como tantos tabacundeños y pedromoncayenses capaces, honestos, patriotas, y con deseos de trabajar por el adelanto de nuestro pueblo, tenemos el derecho de aspirar, en algún momento, a ser elegidos para alguna dignidad.

En caso contrario, tendríamos que pensar que el caciquismo ha retornado.

Pero también resulta condenable el sin fin de pasquines y proclamas anónimas que circularon en Tabacundo, en las que se hacían graves acusaciones de diversa naturaleza e imputaciones en contra de Amílcar. Lamentablemente no he logrado determinar de qué lado surgieron estos apócrifos. Pero no es justificable, desde ningún punto de vista, que aprovechándose del fragor de una campaña, y ocultándose en la oscuridad de la noche, se hayan lanzado denuncias sin una debida prueba. Esto también yo rechazo con firmeza.
No obstante, ya que se han formulado denuncias, será preciso que Amilcar dé una explicación al pueblo, para evitar que la duda se acreciente y se restaure la confianza en los representantes del puebloEn todo caso, una vez que la campaña quedó atrás y el pueblo dijo ya su palabra en las urnas, es preciso que se busque la reconciliación de nuestro pueblo, y sobre ello deberían dar ejemplo quienes fueron elegidos como representantes del pueblo.
Tabacundo, 1996