Escribe: Marco Quimbiamba
Porque tus acciones, tus palabras y tu ejemplo jamás partirán.
Un homenaje póstumo al hombre de bronce y de hierro.
Porque tus acciones, tus palabras y tu ejemplo jamás partirán.
Un homenaje póstumo al hombre de bronce y de hierro.
A lo lejos del camino se divisa un jinete, el más grande de todos: el paso del caballo alazán es perfecto, es el paso de don José Flores, como te conocían; sombrero negro, poncho elegante y fino, pantalón blanco perfectamente alineado...
Tu figura, aunque menuda, nunca dejó de ser grande por tus acciones; tus palabras y tu ejemplo de dignidad y de trabajo, tu piel morena y tus manos recias y fuertes nos mostraron como fuiste forjado por el sol y por la Madre Tierra. Y a pesar de que naciste como hijo del viento, y en carne propia sentiste la marginación, el desamparo y la explotación desde muy niño, jamás te escuchamos renegar de tu suerte. Tu felicidad fue tu familia y tu amor apasionado, el campo. Nos enseñaste cómo se debe trabajar, a pesar de que siempre supiste que te iban a explotar de todas formas, porque la tierra en la cual derramaste sudor y lágrimas nunca fue tuya: esa es la desdicha de muchos que como tú nacieron como hijos del viento.